El control del azúcar en sangre es clave para evitar complicaciones graves de la diabetes, tanto en su tipo I como en la tipo II. Mientras que la diabetes tipo I requiere insulina de por vida, la tipo II puede manejarse con dieta, ejercicio y medicación. Sin embargo, en ambos casos es esencial adoptar hábitos saludables para prevenir subidas y bajadas peligrosas de glucosa.
Alimentación y control de carbohidratos
La dieta juega un papel fundamental en el manejo del azúcar en sangre. Los hidratos de carbono se convierten en glucosa, por lo que es importante moderar su consumo y optar por fuentes más saludables como la fibra, que ralentiza la absorción del azúcar. También se recomienda:
✔️ Evitar harinas refinadas y cereales procesados.
✔️ Incluir alimentos como brócoli, perejil, avena y nueces, que pueden ayudar a estabilizar los niveles de glucosa.
✔️ Aderezar con vinagre de manzana, que puede mejorar la sensibilidad a la insulina.
✔️ Sustituir los picoteos poco saludables por infusiones, té o café sin azúcar.
Ejercicio y control del peso
Mantenerse activo ayuda a quemar glucosa de manera eficiente. Un ejercicio regular y adaptado a las condiciones físicas de cada persona contribuye a mejorar la sensibilidad a la insulina y a mantener un peso saludable, reduciendo el riesgo de resistencia a la insulina.
Estrés, sueño e hidratación
El estrés y la falta de sueño pueden aumentar los niveles de azúcar en sangre debido a la liberación de hormonas como el cortisol y el glucagón. Técnicas de relajación, meditación y un buen descanso nocturno ayudan a evitar estos picos.
Por otro lado, la hidratación es clave, ya que el agua facilita la eliminación del exceso de glucosa por la orina, especialmente en personas con afectaciones renales. Se recomienda un consumo mínimo de 1.5 litros de agua al día.
Adoptar estos hábitos saludables, junto con un adecuado seguimiento médico, puede marcar la diferencia en la prevención y control de la diabetes.