Aunque la venta de comida chatarra está prohibida en todas las escuelas de México por disposición de la SEP, los alumnos han encontrado formas de seguir consumiéndola… incluso con la complicidad de algunos maestros.
Desde primarias públicas hasta secundarias privadas, estudiantes han organizado ventas clandestinas de papas, dulces y refrescos dentro de los salones de clase o en lockers. “Uno vende papas a 15, otro a 20. Cuando es bolsa grande le suben 5 pesos”, relató un alumno de una primaria en la alcaldía Benito Juárez. Incluso, una maestra les habría permitido continuar siempre que fueran discretos.
En planteles privados ocurre lo mismo. En una secundaria, estudiantes llenaron un locker con golosinas para autoconsumo. “No los vamos a vender, es para tener dulces a la mano y bajo llave”, dijo una alumna. Sin embargo, todo se acabó el mismo día.
Afuera de las escuelas, la venta de productos con sellos de advertencia sigue activa. Comerciantes como José Urdapilleta, con más de 10 años vendiendo en la zona, reconocen el problema. “Estoy consciente de que no es lo mejor, pero si se prohíbe, buscaré diversificar la mercancía”, afirmó.
La nueva legislación que entrará en vigor en 2025 busca reducir la obesidad infantil en el país. No obstante, el fenómeno deja claro que las medidas por sí solas no bastan: los hábitos persisten y la educación alimentaria sigue siendo un reto en casa y en las aulas.