Un grupo de exploradores halló en la sierra de Guerrero un conjunto de piezas arqueológicas que podrían cambiar la comprensión de las antiguas culturas que habitaron la región. El descubrimiento ocurrió en la cueva de Tlayócoc, ubicada en Carrizal de Bravo, comunidad del municipio de Leonardo Bravo, a más de 2,300 metros sobre el nivel del mar.
Durante una expedición en otoño de 2023, el joven guía local Adrián Beltrán Dimas y la espeleóloga rusa Yekaterina Katiya Pavlova ingresaron a un pasaje sumergido y desconocido de la cueva, donde encontraron una sala con evidencia de actividad humana prehispánica. Entre los objetos se localizaron brazaletes de concha con grabados simbólicos, discos de piedra negra semejantes a espejos de pirita, una concha de caracol gigante y un madero quemado.
En total, los arqueólogos del INAH que acudieron meses después al sitio documentaron 14 piezas: tres brazaletes, una pulsera fragmentada, una concha de caracol marino, ocho discos de piedra y un trozo de madera carbonizada. Las estalagmitas sobre las que descansaban algunas de estas piezas mostraban modificaciones hechas por manos humanas, posiblemente como parte de algún ritual.
Los expertos estiman que estos objetos fueron colocados entre los años 950 y 1521 d.C., durante el periodo Posclásico, por miembros de la etnia extinta de los tlacotepehuas. Lo inusual de este hallazgo es su contexto ritual: los objetos fueron depositados en un espacio subterráneo asociado simbólicamente con el inframundo en la cosmovisión prehispánica.
El hallazgo es resguardado por la comunidad local, que también solicitó la presencia del INAH para garantizar la protección y estudio del sitio. Las autoridades culturales iniciarán una campaña de concienciación y realizarán estudios de conservación de las piezas.