En una ciudad marcada por la historia, la belleza natural y la lucha constante por el renacer, pocos lugares concentran tanto simbolismo y esperanza como Sinfonía del Mar. Este anfiteatro al aire libre, tallado sobre un acantilado frente al imponente Océano Pacífico, no es solo un mirador turístico: es un escenario donde Acapulco canta, respira y resiste.
Inaugurado en 1971, Sinfonía del Mar nació como una apuesta por la cultura y el encuentro social. Hoy, más de medio siglo después, se mantiene como un espacio público vital, donde el arte y la naturaleza se abrazan para ofrecer una experiencia inolvidable. Sus graderías, abiertas al cielo, no han sido testigos únicamente de conciertos de la Orquesta Filarmónica o festivales de danza; también han acogido a quienes buscan consuelo, inspiración o simplemente un respiro frente al mar.
Orgullo de México es el teatro al aire libre Sinfonía del Mar en Acapulco, una ventana para encontrar la paz y reconstruir nuestras vidas. Millones de personas lo visitan cada año solo para admirar sus atardeceres, para aplaudir el momento exacto en que el sol se esconde en el horizonte y da paso a una noche estrellada en el puerto. Ese aplauso espontáneo, cargado de emoción y gratitud, es quizá uno de los gestos más honestos del alma turística de Acapulco.
En tiempos donde la violencia y los desastres naturales han puesto a prueba a este histórico destino, espacios como Sinfonía del Mar recuerdan que la belleza sigue viva, que la identidad acapulqueña no se rinde y que la cultura puede ser una fuerza poderosa de reconstrucción. Que este sitio continúe siendo público, accesible y seguro, es tarea no solo del gobierno, sino de todos quienes creemos que el turismo, bien cuidado, puede ser motor de paz y desarrollo.
Hoy más que nunca, Acapulco necesita de sus símbolos. Sinfonía del Mar es uno de ellos. Cuidarlo, promoverlo y disfrutarlo es también abrazar la historia y el futuro del puerto. Ahí, donde el mar se encuentra con el arte, Acapulco se reencuentra consigo mismo.