Aunque el Papa Francisco fue el primer pontífice en enfrentar directamente los escándalos de abusos sexuales dentro de la Iglesia católica, las víctimas y activistas aseguran que sus esfuerzos no fueron suficientes para reparar el daño causado por décadas de encubrimiento.
Desde su papado en 2013, Francisco hizo de este tema una prioridad: creó la primera comisión antiabusos del Vaticano, eliminó el “secreto pontificio” en investigaciones y expulsó a un cardenal por abuso sexual. También escuchó a víctimas en distintos países, incluyendo una reunión emotiva en Dublín en 2018 que marcó a muchos de los presentes.
Sin embargo, sobrevivientes y defensores de derechos humanos consideran que las reformas fueron limitadas. Señalan que no hubo suficiente castigo para los sacerdotes abusadores ni para los funcionarios que los protegieron, y critican la falta de transparencia, como no hacer públicos los nombres de los responsables.
Marie Collins, exintegrante de la comisión vaticana y víctima de abuso, renunció por frustración ante la resistencia interna. Otros, como Juan Carlos Cruz en Chile, decidieron seguir trabajando desde dentro, esperando lograr cambios duraderos y espacios seguros para las víctimas.
Con la muerte del Papa Francisco, las miradas se dirigen a su sucesor, quien deberá responder a un llamado claro de las víctimas: implementar políticas firmes, castigos reales y transparencia plena para que los abusos no se repitan y la Iglesia recupere credibilidad.