Lo que parecía una elección predecible con el cardenal Pietro Parolin como favorito, terminó con la sorprendente designación del estadounidense Robert Francis Prevost como Papa León XIV, en un giro inesperado que evidenció las tensiones internas del Vaticano y el poder del consenso sobre las rupturas ideológicas, señaló para Infobae, Faustino Cuomo.
En apenas 24 horas y cuatro votaciones, los equilibrios se rompieron. Parolin arrancó con 49 votos frente a los 38 de Prevost, pero el bloque que buscaba corregir el rumbo bergogliano cometió un error táctico: presionó tanto que provocó una reacción contraria. La insistencia en un giro radical, según el historiador Alberto Melloni, consolidó el voto de centro reformista en torno a Prevost, visto como un heredero prudente del legado de Francisco.
Lejos de ser la primera opción, León XIV fue el punto medio aceptable entre las distintas corrientes: ni ruptura ni continuidad ciega. Los cardenales más jóvenes jugaron un rol clave al rechazar la polarización y favorecer una figura capaz de mantener la sinodalidad como camino, pero con un nuevo tono.
La elección de Prevost, con formación pastoral en América Latina y trayectoria académica en Roma, representa una Iglesia equilibrada, sensible a los problemas sociales, pero firme en su doctrina. Su decisión de hablar español e italiano, en lugar del inglés, fue una señal clara de distanciamiento del poder político estadounidense y de sintonía con los pueblos del sur global.
Crítico de figuras como JD Vance y de políticas de deportación, León XIV simboliza un liderazgo moral global, dispuesto a seguir el camino de justicia social trazado por su predecesor, pero con su propio estilo. Conciliador, pastoral y estratégico, su pontificado inicia con una fuerte expectativa: evitar rupturas, preservar el diálogo y renovar la esperanza en la Iglesia católica.