A cinco años de la muerte de George Floyd, el movimiento por la justicia racial continúa, aunque enfrenta crecientes obstáculos. Shareeduh McGee, prima de Floyd, destacó durante un evento conmemorativo en Houston que el sacrificio de su familiar no debe ser en vano, pese a los retrocesos que ha sufrido el país en equidad racial y supervisión policial.
La muerte de Floyd en 2020 generó protestas masivas en todo el mundo y un breve auge en políticas y compromisos corporativos y gubernamentales por la diversidad, equidad e inclusión (DEI). No obstante, muchas de esas promesas han sido desechadas o minimizadas, especialmente con el regreso de Donald Trump a la presidencia, quien ha colocado los programas DEI en la mira de su administración.
Activistas como Derrick Johnson, de la NAACP, reconocen que persiste una “fatiga racial” que frena el progreso, mientras que estudios recientes revelan un escepticismo creciente entre los estadounidenses negros sobre la posibilidad de alcanzar la igualdad racial en el país.
En el ámbito empresarial, la presión pública disminuyó y algunas compañías han eliminado sus iniciativas de DEI. Sin embargo, líderes como el reverendo Al Sharpton planean nuevas acciones para exigir a las corporaciones que cumplan con sus compromisos, como una marcha en Wall Street este agosto.
Expertos coinciden en que, aunque no hubo reformas profundas, el movimiento Black Lives Matter transformó el discurso nacional. Organizaciones como Movement for Black Lives han enfocado su estrategia en acciones locales y legislativas, buscando mayor impacto desde lo comunitario.