La luna, ese farol natural que ilumina nuestras noches, no solo encanta por su forma y tamaño, sino también por sus cambios de color que a veces nos dejan sin aliento. ¿Te has preguntado por qué algunas noches se ve dorada, otras rojiza y en ocasiones hasta azul? Aunque parezca magia o poesía, lo cierto es que estos cambios tienen una explicación científica… y todo tiene que ver con lo que pasa aquí en la Tierra.
Lo primero que debes saber es que la luna no tiene luz propia. Lo que vemos es luz del Sol reflejada sobre su superficie rocosa, compuesta principalmente por anortosita y basalto. Desde el espacio, esa luz reflejada es blanca o gris, pero al llegar a nuestros ojos ya ha pasado por la atmósfera de la Tierra, y ahí es donde comienza el espectáculo de colores.
Cuando la luna está cerca del horizonte, su luz debe atravesar una mayor porción de la atmósfera. En ese trayecto, las moléculas de oxígeno y nitrógeno dispersan las longitudes de onda más cortas (como el azul), dejando pasar solo las más largas: rojo, naranja o amarillo. A esto se le llama dispersión de Rayleigh, y es lo mismo que provoca los atardeceres rojizos.
Si hay mucho polvo, humedad o incluso polen en el ambiente —algo común en verano—, el color se intensifica. Por eso, en esas noches calurosas, vemos una luna miel, de tonos cálidos y profundos.
La luna roja de los eclipses
Durante un eclipse lunar total, la Tierra bloquea directamente la luz del sol, pero algo de esa luz todavía alcanza a la luna… tras pasar por la atmósfera terrestre. Lo que llega hasta el satélite son las ondas rojas, lo que genera el fenómeno conocido como luna de sangre. No es casualidad: el mismo proceso tiñe de rojo los amaneceres y atardeceres.
¿Y una luna azul?
El fenómeno de la luna azul puede tener dos explicaciones. Una es calendárica: cuando ocurren dos lunas llenas en un mismo mes. Pero la luna también puede volverse realmente azul, aunque es rarísimo. Esto sucede cuando hay partículas muy específicas en el aire, como las que dejan las erupciones volcánicas o megaincendios forestales, que filtran las longitudes cálidas y dejan pasar las frías, dándole a la luna una apariencia gris-azulada.
Efectos visuales poco comunes
A veces, la luna también nos sorprende con halos luminosos. Estos anillos circulares aparecen cuando hay cristales de hielo en la atmósfera superior y pueden tener colores suaves como los del arcoíris. Tradicionalmente, se interpretan como señales de cambios climáticos.
Otro fenómeno rarísimo es el destello verde lunar, que puede ocurrir por una fracción de segundo cuando la luna está muy baja en el horizonte y la refracción separa las longitudes de onda, dejando un parpadeo verde visible.
Lo más fascinante es que la luna no cambia realmente, pero actúa como un espejo que refleja las condiciones de nuestra atmósfera. Incendios, volcanes, contaminación, humedad… todo influye en su luz. Así, la luna se convierte en un testigo silencioso del estado del planeta y nos recuerda que la Tierra está viva, cambiante y llena de fenómenos que vale la pena observar.
Foto: Facebook / El Viajero de México