La Catedral de Chilapa se impone esta noche sobre la ciudad con su majestuosa arquitectura, iluminada por la fe de un pueblo que la ha convertido en símbolo de identidad. Erigida como sede episcopal el 26 de enero de 1862, por bula del Papa Pío IX, este templo fungió como el corazón espiritual de la Diócesis de Chilapa hasta 1989, consolidando a la región como un bastión religioso y cultural en el sur del país.
La historia de este recinto también ha estado marcada por la adversidad. En 1930, un incendio destruyó gran parte de su estructura. Fue entonces que el obispo de la época encomendó su reconstrucción al arquitecto Federico Mariscal, figura clave del México moderno y discípulo del régimen porfirista. Bajo su dirección, el templo fue restaurado con un estilo monumental que lo elevó como una de las cuatro catedrales más importantes del país.
En pleno siglo XXI, la comunidad católica de Chilapa ha reavivado su compromiso con este símbolo de fe. Feligreses y autoridades eclesiásticas han unido esfuerzos para preservar y restaurar la catedral, cuyo legado arquitectónico y espiritual sigue siendo motivo de orgullo y resistencia cultural para Guerrero.