La compra de Alaska: el negocio del siglo que hoy resuena en la cumbre Trump-Putin

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Más de 150 años después de la transacción que muchos en Rusia aún consideran un error histórico, Alaska vuelve a ser escenario de decisiones que podrían cambiar el rumbo del mundo.

La cumbre del viernes en Anchorage, Alaska, entre los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin para debatir un posible fin de la guerra en Ucrania no solo tiene un peso diplomático sin precedentes en los últimos años. También se celebra en un territorio que simboliza uno de los mayores aciertos estratégicos y económicos de la historia de Estados Unidos: la compra de Alaska a Rusia en 1867.

De territorio ruso a “locura de Seward”

Alaska fue parte del Imperio ruso hasta mediados del siglo XIX. El zar Alejandro II, debilitado tras la Guerra de Crimea y presionado por la competencia de comerciantes británicos y estadounidenses, decidió vender el territorio por temor a perderlo en un eventual conflicto con Gran Bretaña.

El entonces secretario de Estado de EE.UU., William Seward, negoció la compra por 7,2 millones de dólares —unos 150 millones ajustados a la inflación actual—. El 18 de octubre de 1867, la bandera estadounidense se izó en Sitka, capital de la región.

La operación fue inicialmente ridiculizada como la “locura de Seward”, al considerarse Alaska un desierto helado sin valor. Sin embargo, la historia dio un giro radical.

Riqueza incalculable

La compra añadió más de 1,5 millones de kilómetros cuadrados al territorio estadounidense, el equivalente a una quinta parte de su superficie actual.

Pocos años después, la fiebre del oro confirmó su potencial económico. Y en el siglo XX, la explotación petrolera en el norte del estado transformó a Alaska en un motor energético clave. Hoy, los ingresos derivados del petróleo permiten que cada habitante del estado reciba un dividendo anual que puede ascender a miles de dólares.

Con un PIB cercano a los 70.000 millones de dólares y una población de 750.000 habitantes, Alaska produce cada año más de 400 veces lo que Rusia obtuvo por vender el territorio en 1867.

Valor estratégico

Más allá de los recursos, Alaska se convirtió en un activo militar fundamental durante la Guerra Fría, dada su cercanía con Rusia a través del estrecho de Bering, de apenas 80 kilómetros en su punto más angosto. Bases, radares y sistemas de defensa se desplegaron en su territorio, convirtiéndolo en un puesto de avanzada para la seguridad estadounidense.

Hoy, ese valor estratégico se renueva con la cumbre Trump-Putin, que coloca a Alaska en el centro de la geopolítica mundial.

Una sede con peso histórico

La elección de Anchorage como sede no es casual. “Tiene lógica que los líderes se encuentren en Alaska, que está entre los dos países y cuya historia refleja la compleja relación entre ambos”, señaló el asesor ruso Yuri Ushakov.

Más de 150 años después de la transacción que muchos en Rusia aún consideran un error histórico, Alaska vuelve a ser escenario de decisiones que podrían cambiar el rumbo del mundo.


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