La sal es uno de los condimentos más usados en el mundo y, a la vez, uno de los más cuestionados por la comunidad científica. Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no superar los 5 gramos diarios, la mayoría de las personas consume casi el doble. El exceso está claramente vinculado con hipertensión, accidentes cerebrovasculares y enfermedades cardíacas.
Sin embargo, diversos estudios recientes sugieren que una dieta demasiado baja en sal también puede ser riesgosa. Investigaciones han encontrado que ingerir menos de 5,6 gramos al día podría aumentar el riesgo de eventos cardiovasculares, mientras que una ingesta moderada (entre 3 y 6 gramos de sodio) parece ser la más saludable. Esto se debe a que el sodio es esencial para funciones vitales como mantener el equilibrio de líquidos y la actividad nerviosa.
Los expertos coinciden en que el verdadero problema no es la sal que añadimos en casa, sino la que ya está presente en alimentos procesados como pan, embutidos, sopas, pizzas o cereales. Por ello, la clave está en moderar el consumo y optar por dietas equilibradas que incluyan frutas, verduras y alimentos ricos en potasio, que ayudan a contrarrestar los efectos negativos de la sal.
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