“Mi perro me salvó”: joven en situación de calle narra la explosión en Iztapalapa

Generación Z: ¿deslealtad crónica o búsqueda de crecimiento?

Vecinos y familiares exigen justicia y atención tras la tragedia en Iztapalapa

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Armando, joven en situación de calle, cuenta cómo tres de sus amigos murieron tras la explosión de una pipa en Iztapalapa. Historias como la suya ponen rostro a la tragedia. #Iztapalapa #Explosión #CDMX #Solidaridad

Un testimonio duro y claro puso rostro a la tragedia del 10 de septiembre en el Distribuidor Vial La Concordia, Iztapalapa. Armando, un joven en situación de calle, contó cómo perdió a tres amigos y ahora lucha por seguir vivo tras la explosión de una pipa de gas LP que arrasó el lugar donde vivían bajo el puente.

Armando relató que él y otros cinco compartían un refugio improvisado. “Éramos seis. Hacíamos nuestra convivencia para comer y dormir, éramos una familia”, dijo en entrevista para el canal Ruido Social. Ese día, su perro comenzó a mostrarse inquieto poco antes del estallido. El animal escapó y Armando lo persiguió; eso lo alejó del punto más crítico y, según él, le salvó la vida.

“Cuando me quise acercar estaban todos quemados. Salía la gente quemada por todos lados”, narró entre sollozos. Tres de sus compañeros murieron; dos más permanecen hospitalizados en estado grave. El joven contó las edades de sus amigos: uno de 28 años, otro de 35 y un menor de 17. No quedó claro si ya están incluidos en las listas oficiales de víctimas.

Las imágenes y la cruda descripción del lugar —cuerpos sobre el pavimento y pertenencias calcinadas— repiten la dureza del desastre que, según el último corte de la Secretaría de Salud, dejó al menos 13 fallecidos y más de 90 heridos en la capital. La pipa volcó y liberó una nube de gas que explotó segundos después, afectando vehículos, transeúntes y a quienes pernoctaban en los alrededores.

Armando dijo que vivió en la calle por problemas de adicción, que su familia no lo rechaza pero tampoco le brinda apoyo: “Prefiero no ser una molestia para nadie”. Su perro, añadió, es ahora “mi único amigo”; afirma que hablarle le ayuda a sobrellevar el dolor. El día después de la explosión, según la reportera, Armando dejó un pequeño altar con una veladora y una rosa en el sitio donde convivían.

Las autoridades cerraron la vialidad para que Guardia Nacional y servicios de emergencia realizaran rescate y peritajes. El Ministerio Público levantó cuerpos y abrió investigaciones para identificar a las víctimas y deslindar responsabilidades.

La historia de Armando recuerda que, detrás de las cifras, hay vidas frágiles y comunidades invisibilizadas que pagaron un alto precio por la tragedia. Sus palabras convocan a la urgencia: atención médica, apoyo social y un registro digno de quienes vivían en la calle y hoy aparecen como víctimas del siniestro.


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