El emprendimiento en México está entrando en una etapa de transformación profunda: la sostenibilidad dejó de ser un discurso aspiracional y se ha convertido en un factor que define quién crecerá con estabilidad y quién quedará rezagado. En un contexto marcado por crisis climática, volatilidad financiera y nuevas exigencias del mercado, las empresas ya no buscan solo rapidez, sino resiliencia y capacidad de adaptación.
Un reciente reporte de Endeavor Data Unit e IFC confirma que el ecosistema emprendedor mexicano está cambiando sus prioridades. Aunque el crecimiento sigue siendo importante, cada vez más negocios entienden que el verdadero valor se construye mirando al largo plazo y midiendo el impacto ambiental y social de sus operaciones.
De acuerdo con el estudio, 68% de las startups y scaleups considera la sostenibilidad como un eje estratégico, y 75% ya mide algún indicador ambiental o social. Sin embargo, solo 57% lo hace con herramientas sólidas, lo que pone en evidencia un reto significativo: existe intención, pero todavía falta profesionalizar la forma en que el impacto se gestiona y se demuestra ante inversionistas.
La brecha se vuelve más marcada cuando se revisa el acceso al capital. Entre 2020 y 2025, México emitió 32,645 millones de dólares en bonos verdes y sociales, pero las startups sostenibles únicamente recibieron 158 millones de dólares en venture capital. Además, 58% de los emprendimientos no sabe que existe el financiamiento sostenible, lo que cierra puertas a una oportunidad de crecimiento que el mercado global ya está impulsando.
Aun con estos retos, el rumbo está claro: 7 de cada 10 startups proyecta que la sostenibilidad será un pilar clave de su estrategia futura. Los emprendedores reconocen la necesidad de acceder a capital especializado, recibir incentivos regulatorios y generar alianzas que aceleren la innovación con impacto.
El estudio concluye que la sostenibilidad ya no es un sector ni una moda, sino una nueva manera de construir negocios. Las empresas del futuro serán aquellas capaces de integrar rentabilidad, eficiencia operativa e impacto ambiental-social en un mismo modelo. México tiene frente a sí la oportunidad de cerrar brechas, profesionalizar a sus emprendedores y consolidar un ecosistema que genere valor económico y también valor para la vida.
