En el corazón de Guerrero, los sones de tarima de Tixtla se han consolidado como una expresión cultural vibrante y alegre que refleja el ritmo y la alegría por la vida de su gente. Estos sones, con su singularidad y riqueza musical, están ganando cada vez más reconocimiento en fiestas y reuniones locales, destacando como una joya del folclore mexicano.
Para la ejecución de estos sones, se emplean tradicionalmente dos vihuelas y un “cajón de tapeo” o tapeador. Este último instrumento, tocado a contratiempo, añade un sonido especial y característico que distingue a la música de Tixtla de otros estilos. El cajón de tapeo, con su percusión rítmica y profunda, complementa a las vihuelas, creando una armonía que invita al baile y a la celebración.
Entre los sones más populares destacan “La Iguana”, “El Pato”, “El Zopilote” y “La Zambachucha”. Cada uno de estos bailes tiene su propia coreografía y simbolismo, transmitiendo historias y tradiciones a través de movimientos llenos de energía y gracia. “La Iguana”, por ejemplo, es conocido por sus pasos ágiles y rápidos que imitan los movimientos del reptil, mientras que “El Pato” y “El Zopilote” recrean las características y comportamientos de estas aves de manera festiva y humorística. “La Zambachucha”, por su parte, se distingue por su dinamismo y ritmo contagioso, haciendo que quienes la bailan se llenen de vida y alegría.
Los sones de tarima no solo son una muestra de la destreza musical y dancística de Tixtla, sino también una expresión de identidad y resistencia cultural. A lo largo de los años, han sido una forma de preservar las tradiciones y el patrimonio intangible de la comunidad, pasando de generación en generación como un valioso legado.
En los últimos tiempos, estos sones han cobrado fama única en diversas celebraciones, atrayendo tanto a locales como a visitantes que buscan experimentar la autenticidad y el encanto de la música guerrerense. Festivales, bodas, y fiestas patronales se llenan de vida al compás de las vihuelas y el cajón de tapeo, con la gente uniéndose en el baile y la convivencia.
“La música de Tixtla es una representación de nuestra identidad. Cada son, cada baile, nos conecta con nuestras raíces y nos recuerda la riqueza de nuestra cultura”, comenta María Hernández, una reconocida tapeadora de la región. “Es un orgullo ver cómo nuestros sones están siendo valorados y apreciados por más personas cada día”.
Los sones de tarima de Tixtla, Guerrero, no solo son una belleza por su ritmo y alegría, sino también por el espíritu comunitario y la pasión que encienden. Siguen siendo un testimonio vivo de la tradición mexicana, resonando con fuerza y vibrante energía en cada rincón donde se interpretan.