Argos, el perro de Odiseo, es el símbolo perfecto de la lealtad incondicional. Durante 20 largos años, esperó pacientemente el regreso de su dueño, quien había partido a la guerra de Troya. Al volver a Ítaca, tras una década de batalla y otra de un arduo viaje, Odiseo fue irreconocible para todos… menos para su fiel perro.
En su regreso, Odiseo estaba cubierto de polvo y envejecido, disfrazado como mendigo por el poder de Atenea. Ni su esposa, Penélope, pudo reconocerlo. Pero Argos, aun estando viejo y descuidado, lo identificó de inmediato. Con sus últimas fuerzas, se acercó a su amo y movió la cola en señal de alegría. Aunque Odiseo no pudo saludarlo por su disfraz, derramó una lágrima por su fiel compañero. Poco después, Argos murió a los pies de su amo, completando una de las historias más conmovedoras de la mitología griega.
La historia de Argos refleja la lealtad y el profundo vínculo entre los perros y sus dueños, un lazo que trasciende el tiempo y la adversidad.