Desde este miércoles, 1 de enero de 2025, Europa ha dejado de recibir gas ruso a través de Ucrania, tras la expiración de un contrato de cinco años firmado en 2019. Este cese definitivo marca el fin de una ruta clave de suministro que se mantuvo activa desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, incluso en medio de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Impacto en el suministro energético
El tránsito por Ucrania, que en 2023 alcanzó 14,650 millones de metros cúbicos de gas, había generado ingresos anuales de 700 millones de dólares para Kiev. Sin embargo, Ucrania decidió no renovar el contrato, alegando que no permitirá que Moscú “gane miles de millones adicionales” mientras mantiene su agresión militar.
Europa ahora dependerá del gas ruso únicamente a través del gasoducto TurkStream y su extensión Balkan Stream, así como de las importaciones de gas natural licuado (GNL) ruso en buques cisterna.
Reacciones internacionales
El ministro ucraniano de Energía, Guerman Galushchenko, calificó el evento como “histórico”, mientras que Gazprom confirmó el cese del tránsito a las 8:00 horas (local). No obstante, la interrupción ha generado tensiones, particularmente con países como Eslovaquia, cuyo primer ministro, Robert Fico, amenazó con medidas recíprocas.
Por su parte, Moldavia enfrenta una crisis energética, ya que su única central termoeléctrica depende del gas ruso. La región separatista de Transnistria, completamente dependiente de este suministro, enfrenta una situación crítica, aunque el resto del país busca alternativas con ayuda de Rumanía.
Un futuro incierto
El corte del suministro refuerza la urgencia de Europa por diversificar sus fuentes energéticas en un contexto de tensión geopolítica. Además, plantea desafíos inmediatos para los países más afectados, mientras Ucrania y Rusia continúan en conflicto.
Foto para fines ilustrativos de Martin Adams en Unsplash