Durante décadas, el tequila ha sido considerado un símbolo inequívoco de la identidad mexicana, con epicentro en Jalisco. Sin embargo, un creciente número de investigaciones académicas sugiere que esta famosa bebida destilada podría tener un origen mucho más complejo y multicultural. Una de las piezas clave de esta historia se remonta a la costa del Pacífico mexicano, específicamente a Acapulco, donde marineros filipinos habrían introducido técnicas esenciales para su elaboración.
Este hallazgo reconfigura nuestra comprensión del tequila no solo como una tradición nacional, sino como el resultado de siglos de intercambio cultural y tecnológico. Entre 1565 y 1815, la ruta comercial del Galeón de Manila, que conectaba Asia con América vía Acapulco, permitió el arribo de miles de marineros y trabajadores filipinos. Junto a mercancías como la seda china o la plata mexicana, viajaban también conocimientos prácticos, como la técnica del lambanog, una destilación artesanal de savia de coco empleada ampliamente en Filipinas.
Tres teorías sobre el origen del tequila
Hasta ahora, se reconocía principalmente que el conocimiento de la destilación en México llegó con los colonizadores españoles, quienes introdujeron alambiques de origen árabe. Esto permitió transformar el agave fermentado, tradicionalmente usado para hacer pulque, en bebidas como el mezcal y el tequila.
Sin embargo, una segunda teoría plantea que las comunidades indígenas mesoamericanas ya tenían conocimientos sobre la condensación de vapor, como lo prueban vasijas cerámicas encontradas en el occidente mexicano. Esta comprensión previa habría facilitado la adopción de nuevas técnicas.
La tercera vía, cada vez más respaldada por expertos, rastrea la posible influencia filipina. Los alambiques utilizados por marineros filipinos —construidos en bambú y arcilla— se asemejan sorprendentemente a los primeros instrumentos empleados en México para destilar agave, más incluso que los modelos europeos. El historiador Pablo Guzmán-Rivas ha documentado testimonios orales en comunidades de Guerrero, Colima y Jalisco, que relacionan las técnicas de destilación locales con antepasados filipinos.
Más allá del alambique: un intercambio cultural profundo
El impacto filipino no se limita a la destilación. Palabras como “palapa”, usada en México para describir techos de palma, tienen el mismo significado en regiones de Filipinas. Además, productos como el vinagre de coco, la salsa de pescado o el azúcar de palma se integraron a la cocina mexicana. En Guerrero, la tuba —una bebida fermentada de coco— sigue vendiéndose en mercados y carreteras, en una clara herencia de estos intercambios.
El Galeón de Manila no solo transportó bienes, sino saberes: la carpintería naval, la fermentación de alimentos y el conocimiento práctico que los marineros compartían al asentarse en puertos como Acapulco. Muchas veces, estos conocimientos no se transmitían por vías oficiales, sino a través del contacto cotidiano entre pueblos.
Tequila: una bebida mexicana con alma del Pacífico
Aunque el tequila es, sin duda, un producto mexicano, también es un reflejo del movimiento de culturas. Ya sea por la influencia directa de los filipinos o por la fusión de técnicas indígenas con herramientas europeas, cada trago de tequila encierra una historia marítima. Una historia que, como los antiguos galeones, zarpó desde Asia y ancló en las costas del Pacífico, en Acapulco, dando origen a una bebida que hoy representa a todo un país.
Con información de The Conversation
Foto de ZN con IA