El alcohol, pese a su aceptación social y legal, es una droga con profundas consecuencias, especialmente en los adolescentes, cuyo cerebro aún se encuentra en desarrollo. Este grupo etario considera el alcohol como una droga segura, en parte debido a su prominencia en la cultura y las celebraciones. Sin embargo, las cifras son alarmantes: en España, el 75% de los jóvenes entre 14 y 18 años ha consumido alcohol en el último año, y un 28,2% ha participado en episodios de consumo intensivo en el último mes.
El proceso de metabolización del alcohol por el hígado es limitado, y cuando el hígado se satura, el alcohol afecta directamente al cerebro, provocando alteraciones como desinhibición y euforia. Pero los efectos no son solo transitorios. En adolescentes, el consumo de alcohol puede interferir en procesos cruciales del neurodesarrollo, como la mielinización y la poda sináptica, afectando negativamente la estructura y función cerebral.
Investigaciones con neuroimagen han demostrado que los cerebros de los jóvenes que consumen alcohol de manera intensiva presentan diferencias estructurales y funcionales, incluyendo una menor integridad de la sustancia blanca y alteraciones en la sustancia gris. Estos cambios se asocian con problemas en la toma de decisiones, el control de impulsos y la regulación del comportamiento, incrementando el riesgo de desarrollar trastornos por abuso de sustancias y otras patologías en el futuro.
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