¿Cambiás de personalidad al hablar otro idioma? La ciencia explica cómo el cerebro bilingüe transforma quiénes somos

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Contar una historia en un idioma diferente puede activar recuerdos distintos, porque cada lengua abre una “biblioteca” emocional propia.

Hablar otro idioma no solo cambia las palabras que usamos, sino también la forma en que pensamos, sentimos y actuamos. Según la psicolingüista Viorica Marian, de la Universidad Northwestern, cada lengua activa “redes neuronales, recuerdos y marcos culturales distintos”. En otras palabras, cambiar de idioma cambia, en cierto modo, la versión de nosotros mismos que emerge al hablar.

Durante años, la ciencia se centró en estudiar a los hablantes monolingües, pero hoy se sabe que la mayoría de las personas en el planeta domina más de un idioma. Ignorar esa diversidad, sostiene Marian en su libro The Power of Language: Multilingualism, Self and Society, limitó la comprensión de cómo el lenguaje moldea la mente.

Las lenguas y los rasgos de personalidad

Estudios que analizan los “Cinco Grandes” rasgos de personalidad (apertura, responsabilidad, extraversión, amabilidad y neuroticismo) han demostrado que los bilingües obtienen resultados distintos dependiendo del idioma del test.

Una persona puede parecer más extrovertida en inglés, más reflexiva en francés o más emocional en español. No se trata de tener una doble personalidad, sino de adaptarse a los códigos emocionales y culturales de cada lengua.

La propia Marian lo experimentó en carne propia: criada entre el rumano y el ruso, decidió escribir en inglés porque sentía que ese idioma la hacía “más libre de las limitaciones de género” de su lengua materna.

Un cerebro en modo multilingüe

Las neuroimágenes modernas revelan que el cerebro bilingüe mantiene activas todas sus lenguas al mismo tiempo, como una orquesta en la que cada instrumento toca una nota distinta pero coordinada.

Esa actividad constante ofrece múltiples beneficios:

  • Mayor flexibilidad cognitiva y creatividad.
  • Mejor atención y control mental, al decidir qué idioma usar y cuál inhibir.
  • Más riqueza emocional y autobiográfica, ya que los recuerdos se organizan según el idioma en que fueron vividos.

Incluso, contar una historia en un idioma diferente puede activar recuerdos distintos, porque cada lengua abre una “biblioteca” emocional propia.

Hablar varios idiomas: un escudo para el cerebro

Más allá de la identidad, el bilingüismo también tiene beneficios neurológicos: retrasa el envejecimiento cerebral y puede posponer el Alzheimer entre cuatro y seis años.

Y no es necesario usar los idiomas todos los días; el simple hecho de haber aprendido a alternar entre ellos deja una marca duradera en las conexiones neuronales.

No somos otros, somos más

Hablar otro idioma no implica dejar de ser uno mismo, sino explorar nuevas versiones de nuestra identidad. El cerebro bilingüe demuestra que somos seres flexibles, capaces de adaptarnos a los contextos y culturas a través de las palabras que elegimos.

Por eso, cuando cambiamos de idioma y también cambia nuestro tono, gestos o confianza, no estamos fingiendo: somos la misma persona, pero sintonizada en otro idioma.

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