Empresas chinas están usando rutas indirectas para evadir los altos aranceles impuestos por Estados Unidos. A través de terceros países como Vietnam, Malasia o Corea del Sur, reetiquetan sus productos y los hacen pasar como originarios de esos territorios para que ingresen sin las penalizaciones económicas impuestas al “made in China”.
El truco no es nuevo, pero su escala actual preocupa. Firmas de logística ofrecen “lavado de origen”, una práctica que consiste en transformar ligeramente los productos, cambiar su embalaje y obtener certificados falsos de origen. Redes sociales como Xiaohongshu están llenas de anuncios ofreciendo este tipo de servicios. Malasia, por ejemplo, ha sido señalada como un punto clave para esta maniobra.
Aunque las autoridades de países como Vietnam, Tailandia o Corea del Sur han comenzado a reforzar controles, los vacíos legales y la laxitud en la supervisión permiten que el comercio triangular siga funcionando. Un vendedor explicó al Financial Times que es posible mover mercancía desde China hasta Malasia, cambiar etiquetas, emitir nuevos certificados de origen y reexportar a EEUU sin mayor problema.
El endurecimiento de aranceles por parte del presidente Trump —que en algunos casos alcanza el 145%— ha llevado a miles de pequeñas y medianas empresas chinas a buscar estos “atajos”. A pesar de los esfuerzos por frenar esta práctica, los expertos advierten que los controles siguen siendo limitados y que, mientras exista la demanda en EEUU, las empresas buscarán la forma de mantener ese mercado.