La guerra comercial entre Estados Unidos y China alcanzó un nuevo nivel de tensión esta semana, luego de que Pekín respondiera con contundencia a los nuevos aranceles impuestos por el presidente Donald Trump. El gobierno chino anunció gravámenes del 34% a la importación de todos los productos estadounidenses, en una represalia directa que podría tener profundas consecuencias en la economía mundial.
Además de esta medida, China presentó una demanda formal ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), argumentando que los aranceles de EE.UU. violan gravemente las reglas internacionales y afectan los intereses legítimos de otros países. “Se trata de una acción unilateral que daña el orden económico global”, declaró un portavoz del Ministerio de Comercio chino.
Pero eso no fue todo. China también decidió restringir la exportación de tierras raras —minerales esenciales para la fabricación de productos tecnológicos— y suspendió de manera inmediata la compra de sorgo, productos avícolas y harina de hueso provenientes de varias empresas estadounidenses. Asimismo, añadió a 16 compañías norteamericanas a una lista de control que impide la venta de productos con posibles usos militares o tecnológicos duales.
La respuesta del presidente Trump no tardó: “China se equivocó. Entró en pánico”, escribió en redes sociales. El miércoles había elevado los aranceles a productos chinos del 20% al 54%, convirtiendo a China en el país más afectado por sus políticas comerciales.
China, por su parte, también impuso restricciones a 11 compañías acusadas de mantener vínculos con el gobierno de Taiwán, lo que añadió un matiz geopolítico a un conflicto que ya es de por sí comercial, político y estratégico. Además, anunció una investigación por prácticas de competencia desleal contra importaciones de equipos médicos estadounidenses
Desde el análisis en Beijing, la postura del gobierno chino parece firme. El momento del anuncio —un viernes por la noche en un día festivo— sugiere que no buscan alarmar a su población, pero sí enviar un mensaje claro a Washington: están dispuestos a contraatacar con fuerza.
Mientras tanto, el presidente Xi Jinping, lejos de mostrar preocupación, apareció plantando árboles con miembros de alto nivel del Partido Comunista, un gesto que parece decirle al mundo: “China mantiene la calma, no nos dejaremos intimidar”.
Los expertos coinciden en que las posibilidades de un acuerdo a corto plazo son escasas. China podría incluso redirigir su comercio hacia otras economías, desplazando a EE.UU. de sus rutas comerciales clave y afectando tanto a las empresas como a los consumidores estadounidenses.