Un ataque cibernético de gran escala, atribuido a un grupo vinculado a Pekín conocido como Tifón Salado, habría robado información de millones de personas en Estados Unidos y más de 80 países, según revelaron autoridades occidentales tras un año de investigación.
El operativo, que se prolongó durante años, se infiltró en empresas de telecomunicaciones, alojamiento, transporte e incluso infraestructura militar, permitiendo a los servicios de inteligencia chinos rastrear comunicaciones y movimientos de políticos, espías y activistas. Entre los afectados estarían el presidente Donald Trump y su vicepresidente JD Vance, cuyos teléfonos fueron atacados durante la campaña electoral de 2024.
Expertos del FBI y del Royal United Services Institute calificaron el ciberataque de “indiscriminado” y con un nivel de sofisticación sin precedentes, capaz de interceptar llamadas y leer mensajes no cifrados. El ataque marca, según analistas, un nuevo capítulo en la ciberguerra global, con China consolidando capacidades que rivalizan con las de Estados Unidos y sus aliados.
La declaración conjunta firmada por EE.UU., Reino Unido, Canadá, Alemania, Japón, Italia, España y Finlandia, responsabiliza a empresas tecnológicas chinas que operaban bajo órdenes de agencias de inteligencia militar y civil de Pekín desde al menos 2019.
El caso reaviva la preocupación sobre la vulnerabilidad de las redes de comunicación globales y el posible uso de estos datos en operaciones de espionaje y presión política.