Once años después de su inauguración, la planta termosolar ubicada en el desierto de Mojave, California, cesará operaciones debido a su impacto ambiental, costos elevados y problemas técnicos recurrentes. Esta central, inaugurada en 2014, fue en su momento la mayor del mundo en su tipo.
El proyecto, que utilizó una tecnología innovadora basada en heliostatos que concentran la luz solar para generar vapor y electricidad, fue financiado con 1,600 millones de dólares en préstamos federales y contratos con empresas energéticas. Sin embargo, con el paso del tiempo perdió relevancia frente a opciones más eficientes y seguras.
Uno de los factores clave en su cierre fue el daño a la fauna local, principalmente aves que quedaban atrapadas en los rayos solares concentrados, provocando su incineración. Decenas de estos casos fueron documentados, generando críticas y preocupaciones ambientales.
La clausura de esta planta reabre el debate sobre los límites de las energías limpias y la necesidad de soluciones sustentables que no comprometan los ecosistemas.