Tras años de denuncias por maltrato animal, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) clausuró de forma definitiva el delfinario Dolphinaris Barceló, ubicado en la Riviera Maya. La medida incluye una denuncia penal ante la Fiscalía General de la República y una multa superior a 7.5 millones de pesos.
La decisión se basó en siete irregularidades graves, entre ellas el uso indebido de delfines en espectáculos no autorizados, negligencia médica y violaciones a normas de bienestar animal. El caso que detonó el cierre fue el del delfín Mincho, quien sufrió un accidente durante una acrobacia en 2020 y fue obligado a seguir actuando pese a una lesión interna. Mincho falleció entre 2021 y 2022.
El informe de Profepa reveló que los delfines eran sometidos a interacciones riesgosas con turistas, acrobacias no aprobadas por el plan de manejo, temperaturas del agua superiores a lo permitido, y carencias en atención veterinaria. Además, se documentó el uso de ejemplares enfermos en actividades recreativas.
Mincho: símbolo de abuso y resistencia
Capturado en las Islas Salomón en 2003, Mincho fue trasladado a varios recintos turísticos hasta su accidente en 2020. La omisión de reportar el incidente, sumada a la decisión de mantenerlo en shows durante su recuperación, se convirtió en la evidencia clave del patrón de abuso. Su historia impulsó protestas ciudadanas que culminaron en la clausura.
Este cierre representa un precedente histórico en la defensa del bienestar animal en México. También reabre el debate sobre la ética de los espectáculos con fauna silvestre en cautiverio, una industria que, en nombre del entretenimiento, oculta frecuentemente prácticas que atentan contra la salud y la dignidad de los animales.