Una ola de calor extremo provocó la muerte de más de 11 toneladas de peces en el lago Modlanská, en el norte de la República Checa. El fenómeno, atribuido a la falta de oxígeno en el agua causada por las altas temperaturas, proliferación de algas tóxicas y sedimentos contaminados, dejó al lago —dedicado a la pesca deportiva— completamente devastado.
Las especies afectadas incluyen luciopercas, carpas, percas y bagres europeos. En apenas dos días, voluntarios y autoridades recogieron más de 11 mil kilos de peces muertos.
“El oxígeno simplemente desapareció”, explicó Jan Skalský, portavoz de la Asociación Checa de Pesca, quien detalló que las noches tropicales y la descomposición acelerada de algas terminaron por colapsar el ecosistema.
El lago, que ya presentaba acumulación de lodo contaminado y carece de entradas de agua limpia, no pudo autorregularse. Los equipos de oxigenación resultaron insuficientes para evitar la catástrofe.
Ahora, la limpieza es exhaustiva pero insuficiente ante la magnitud del desastre. Organizaciones planean una remoción de sedimentos tóxicos y el uso de bacterias especiales, aunque el subsuelo minado del lago complica la intervención.
El caso ha encendido el debate sobre la adaptación climática en Europa Central, donde las altas temperaturas y la mala gestión hídrica amenazan con repetirse en otros lagos. Lo ocurrido en Modlanská es una advertencia: el calor extremo se ha convertido en un asesino silencioso bajo el agua.