En pleno 2025, el mundo sigue pendiendo de un delicado equilibrio nuclear. Nueve países poseen armas atómicas, un club exclusivo liderado por Rusia y Estados Unidos, que juntos controlan el 88% del arsenal global. Según la Federación de Científicos Estadounidenses, el total ronda las más de 12 mil cabezas nucleares, muchas de ellas listas para ser usadas en cualquier momento.
Rusia encabeza la lista con 4,580 ojivas nucleares, seguida de cerca por Estados Unidos con 4,044. Detrás están China (500), Francia (290), Reino Unido (225), India (172), Pakistán (170), Israel (90) y Corea del Norte (50). Estas armas pueden ser lanzadas desde misiles balísticos intercontinentales, bombarderos o submarinos nucleares, representando una amenaza constante para la estabilidad global.
El poder destructivo de una sola de estas armas es inmenso. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki, que mataron a decenas de miles en 1945, eran pequeñas comparadas con las actuales, capaces de borrar ciudades enteras y dejar consecuencias radiactivas por décadas.
Mientras tanto, México se mantiene fuera de la carrera armamentista, gracias al Tratado de Tlatelolco, firmado en 1967, que estableció a América Latina como una zona libre de armas nucleares. Pese a tener reservas de uranio, México las destina exclusivamente a usos pacíficos. Sin misiles balísticos ni ambiciones nucleares, el país apuesta por la diplomacia como su herramienta de defensa.
En el panorama militar, Estados Unidos, Rusia y China siguen siendo las principales potencias, con capacidades tecnológicas y bélicas de primer nivel. Pero el avance de naciones como India, Corea del Sur e Israel también marca el pulso de un mundo donde el poder aún se mide por el potencial destructivo.
A pesar de los tratados y llamados al desarme, el riesgo de una guerra nuclear no ha desaparecido. La tensión entre potencias y la modernización de arsenales hacen que el mundo viva “a 90 segundos de la medianoche”, como advierte el Reloj del Juicio Final.