Cada 3 de junio, el mundo celebra un invento sencillo pero transformador: la bicicleta. Más que un medio de transporte, es una herramienta que cuida la salud, protege el medio ambiente y reduce las desigualdades sociales. El Día Mundial de la Bicicleta, proclamado por la ONU en 2018, busca visibilizar estos beneficios y fomentar políticas públicas que promuevan su uso.
Pedalear no solo mueve el cuerpo, también lo sana. La Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que andar en bicicleta reduce el riesgo de enfermedades como diabetes, cáncer, infartos y hasta la muerte prematura. Con solo 30 minutos diarios se fortalecen músculos, pulmones y cerebro, al tiempo que disminuyen el estrés y la ansiedad.
Además de los beneficios personales, la bicicleta también es una aliada contra el cambio climático. No contamina, ocupa poco espacio, no genera ruido y ayuda a descongestionar las ciudades. Cada kilómetro recorrido sin automóvil es un respiro para el planeta y para quienes lo habitan.
En México, el uso de la bicicleta ha crecido en los últimos años. Según la Secretaría de Movilidad de la Ciudad de México, los viajes en bicicleta pasaron de 267 mil antes de la pandemia a más de 465 mil diarios en 2024. Este cambio refleja no solo una nueva conciencia ambiental, sino también una exigencia por infraestructura segura y políticas públicas que apuesten por la movilidad activa.
La bicicleta también representa un acto de justicia social. Es económica, accesible y, en muchas comunidades, el único medio para llegar al trabajo, la escuela o el médico. Por eso, la OMS insiste en que crear espacios seguros para ciclistas también mejora el acceso a oportunidades y reduce las brechas sociales.
Este Día Mundial de la Bicicleta es una invitación a gobiernos y ciudadanos a tomar acción. Invertir en infraestructura ciclista, integrar la bici al transporte público y fomentar su uso no es solo una medida de salud o movilidad: es una decisión a favor de la vida.