México se ha convertido en uno de los países con mayor movimiento de aviones privados, al registrar cerca de dos mil aeronaves de lujo en manos de empresarios y familias de alto poder adquisitivo. Este crecimiento coloca al país solo por debajo de Estados Unidos y Brasil, de acuerdo con un análisis reciente de la Alianza por la Justicia Social, que advierte sobre el impacto ambiental y económico de este tipo de transporte exclusivo.
Mientras la mayoría de la población enfrenta problemas cotidianos como inflación, falta de servicios y bajos salarios, los vuelos privados siguen aumentando. Especialistas señalan que estos aviones generan entre cinco y catorce veces más emisiones contaminantes que un vuelo comercial, y hasta 50 veces más que un viaje en tren, lo que convierte a la aviación privada en una de las actividades más dañinas para el clima.
El uso de jets por parte de figuras del poder económico —como dueños de grandes corporaciones y altos ejecutivos— también refleja la concentración de riqueza en el país. De acuerdo con organizaciones como Oxfam, la huella de carbono de algunos de estos magnates es equivalente a la que generan millones de personas juntas, lo que profundiza la desigualdad ambiental.
Ante este escenario, organizaciones civiles han pedido aplicar impuestos específicos al uso de jets privados, crear regulaciones más estrictas y replantear el cobro de tarifas aeroportuarias que actualmente no diferencian entre vuelos comerciales y de lujo. Aseguran que una política fiscal más justa permitiría destinar recursos a la protección ambiental y a programas de apoyo social, especialmente en comunidades afectadas por la crisis climática.
