En un movimiento sin precedentes, el Vaticano ha implementado un sofisticado operativo de ciberseguridad para blindar la Capilla Sixtina de cualquier forma de espionaje digital durante el próximo Cónclave. Desde bloqueadores de señal hasta tecnologías anti-drone y escudos contra láseres espía, la Santa Sede transforma uno de sus rituales más sagrados en una fortaleza hermética del siglo XXI.
Históricamente, el secreto del Cónclave —la elección del nuevo Papa— se resguardaba con clausura física y juramentos. Hoy, el enemigo ya no es el rumor de pasillos, sino la intromisión invisible de micrófonos ocultos, cámaras remotas y ataques cibernéticos. Por ello, el Vaticano, consciente de que ya no basta con confiar en la discreción humana, ha apostado por una arquitectura de seguridad inspirada en operaciones de inteligencia militar.
Entre las medidas adoptadas destacan:
- Bloqueadores de frecuencia que anulan todo tipo de conexión inalámbrica.
- Películas anti-drone y anti-láser espía en ventanales.
- Barridos electrónicos en busca de micrófonos ocultos.
- Retiro obligatorio de todo dispositivo electrónico a los cardenales electores.
- Aislamiento físico del sistema informático.
- Red de comunicación encriptada exclusiva para emergencias.
Además, el Vaticano ha recurrido a empresas privadas británicas e israelíes especializadas en ciberdefensa, y a la colaboración de la Agencia Nacional de Ciberseguridad italiana, para reforzar sus sistemas internos y coordinar respuestas ante posibles filtraciones o ciberataques.
Este giro estratégico se da tras sufrir ataques digitales en 2022 y 2024 que afectaron al portal vatican.va, con mensajes atribuidos a represalias geopolíticas. El caso más grave ocurrió tras declaraciones del Papa Francisco sobre la guerra en Ucrania, lo que dejó al descubierto la vulnerabilidad informática del Vaticano.
El Cónclave de 2025 no solo marcará la elección de un nuevo líder espiritual, sino también el comienzo de una nueva era: la de la ciberseguridad eclesiástica.