Estudios recientes sugieren que la percepción de pobreza entre la Generación Z y los Millennials puede estar distorsionada.
Esta “dismorfia monetaria” se refiere a una visión negativa o poco realista de su bienestar financiero, a pesar de estar en una situación más estable de lo que creen. Terapeutas financieros, como Amanda Clayman y Álex Melkumiam, señalan que las comparaciones constantes y la presión social contribuyen a esta percepción errónea.
A pesar de sus quejas sobre el mercado laboral y las dinámicas empresariales, muchos jóvenes disfrutan de una mayor estabilidad económica de lo que perciben.