El conflicto entre Irán e Israel continúa escalando rápidamente, tras cuatro días consecutivos de ataques con misiles que han dejado a civiles en ambos países atrapados en una grave crisis de seguridad. Durante la madrugada del lunes, Irán lanzó una nueva oleada de misiles que alcanzaron una refinería israelí y dañaron su red eléctrica, mientras que Israel respondió bombardeando objetivos estratégicos en Teherán, incluida una televisora estatal.
Las Fuerzas de Defensa de Israel ordenaron a la población ingresar a refugios antiaéreos ante nuevos lanzamientos desde territorio iraní, en lo que ya se considera el mayor enfrentamiento directo entre ambos países en la historia reciente. Las sirenas se activaron en varias regiones del norte de Israel y también se reportaron explosiones en zonas residenciales.
Mientras tanto, la tensión diplomática se intensifica. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acortó su asistencia a la cumbre del G7 en Canadá y anunció su regreso anticipado a Washington para atender la crisis. En declaraciones a medios, Trump confirmó que su gobierno mantiene comunicación indirecta con Irán y busca una salida diplomática. Sin embargo, advirtió que “Irán no puede tener armas nucleares”, e instó a los iraníes a evacuar Teherán, una ciudad de casi 10 millones de habitantes.
El Congreso de EE.UU. se encuentra dividido respecto al involucramiento estadounidense en el conflicto. Legisladores como Thomas Massie y Tim Kaine anunciaron propuestas para frenar cualquier intervención militar sin aprobación del Congreso. En paralelo, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, confirmó el despliegue de fuerzas adicionales en Medio Oriente, lo que refuerza la presencia militar estadounidense en la región.
A medida que continúan los bombardeos, el riesgo de una guerra regional total aumenta, con consecuencias impredecibles para la estabilidad global. Aunque existen intentos de negociación, ambas partes siguen en pie de guerra, mientras miles de civiles intentan escapar del fuego cruzado.