Un grave caso de espionaje digital sacudió a Corea del Sur luego de que autoridades detuvieran a cuatro personas responsables de hackear 120 mil cámaras de seguridad instaladas en hogares, negocios, hospitales, saunas y otros espacios privados. Las grabaciones fueron utilizadas para producir material de explotación sexual, que posteriormente fue vendido en un sitio web extranjero.
De acuerdo con la Agencia Nacional de Policía, los hackers aprovecharon contraseñas débiles para infiltrarse en los dispositivos, muchos de ellos usados para vigilar niños, mascotas o negocios. Uno de los implicados obtuvo alrededor de 12 mil dólares por la venta de videos, mientras que otro duplicó esa cifra.
El caso se suma a una problemática que Corea del Sur enfrenta desde hace más de una década: el uso de cámaras ocultas y el espionaje digital para grabar y difundir contenido sexual sin consentimiento, que ha generado casi 50 mil detenciones entre 2011 y 2022. Expertos advierten que, aunque no es un delito nuevo, los riesgos crecen conforme se popularizan los dispositivos conectados a internet.
Las autoridades señalaron que las cámaras hackeadas no han sido identificadas por marca o país de origen, pero recordaron que dispositivos adquiridos directamente del extranjero —especialmente de origen chino— suelen tener fallas de seguridad por no cumplir con normativas locales. El Ministerio de Ciencia analiza ahora cambios regulatorios que obligarían a los usuarios a establecer contraseñas seguras antes de que las cámaras puedan funcionar.
Especialistas en ciberseguridad reiteraron que muchos usuarios mantienen la contraseña de fábrica, lo cual facilita el acceso a hackers. “Si una cámara no exige cambiar la contraseña, ese producto ya nace vulnerable”, advirtió el académico Sangjin Lee.