Jim Carrey reveló que interpretar a El Grinch fue una de las experiencias más extremas de su carrera. El actor confesó que el proceso de maquillaje y prostéticos le provocó claustrofobia severa y estuvo a punto de abandonar la película estrenada en el año 2000. Cada jornada podía durar hasta ocho horas solo para colocarse el traje verde, situación que describió como “estar enterrado vivo”.
La presión fue tal que los productores recurrieron a una medida inusual: un especialista de la CIA entrenó a Carrey para soportar el dolor y la ansiedad, usando técnicas similares a las aplicadas en interrogatorios hostiles. El rodaje duró cerca de 100 días, pero el esfuerzo valió la pena. El Grinch recaudó más de 345 millones de dólares y se convirtió en un clásico de Navidad, pese al duro sacrificio físico y mental del actor.