El debate entre Kamala Harris y Donald Trump, a solo 56 días de las elecciones, se ha posicionado como un momento crucial en la contienda electoral de Estados Unidos. Harris, candidata demócrata, llegó con una creciente ventaja tras su designación y la convención demócrata en Chicago. Aunque las encuestas mostraban un escenario muy cerrado en los estados clave, Harris aprovechó la plataforma del debate para redirigir el enfoque de la campaña, alejándolo de su vínculo con la administración Biden y colocándolo en los errores de Trump.
La estrategia de Harris: convertir la elección en un referéndum sobre Trump
Uno de los puntos clave del debate fue cómo Harris logró transformar el discurso para que la elección se perciba como una oportunidad para sacar a Trump de la Casa Blanca. A pesar de que Harris forma parte del gobierno actual, una administración que enfrenta críticas sobre el rumbo del país, su habilidad para subrayar las fallas y los riesgos asociados a un segundo mandato de Trump resultó ser una estrategia efectiva.
Esto es importante porque, aunque una mayoría del electorado estadounidense quiere un cambio, Harris logró presentar a Trump como el verdadero obstáculo para ese cambio. Su mensaje fue claro: no podemos permitir que Trump gobierne nuevamente. En un contexto donde las encuestas muestran que muchos votantes tienen una opinión negativa de Trump, Harris jugó con la carta de la inestabilidad y el peligro que representaría su reelección, desviando la atención de sus propios desafíos.
Ventaja en la retórica y la conexión con los votantes
Kamala Harris fue percibida como una candidata más cercana, preparada y enérgica. Mientras Trump se mostraba rígido y reacio a interactuar directamente con Harris, la demócrata aprovechó para conectar con los votantes de manera más emocional y efectiva. Su postura firme sobre temas como el aborto, la salud y el apoyo a las pequeñas empresas le permitió ganar puntos frente a audiencias clave, como las mujeres y los jóvenes, quienes jugarán un papel decisivo en las urnas.
Harris también manejó con soltura las preguntas sobre política exterior, ofreciendo una visión más clara y diplomática sobre temas como el conflicto en Ucrania. Sin embargo, uno de sus pocos puntos débiles fue no abordar de manera más incisiva el conflicto en Gaza y las acciones de Israel, un tema que podría haber resonado aún más con los votantes progresistas y jóvenes en estados críticos.
Trump: un debate incómodo y sin sorpresas
Por otro lado, Trump se mostró desconectado y repetitivo, recayendo en generalidades y manteniéndose en una narrativa que parecía diseñada para su base de votantes más leal. Nunca miró a Harris, manteniendo su mirada fija en los moderadores, lo que añadió a su percepción de arrogancia. Aunque sus ataques sobre las políticas liberales de Harris y el riesgo de una agenda “marxista” resonaron entre su base, no logró atraer a los votantes indecisos.
Trump tampoco presentó propuestas concretas o soluciones detalladas, lo que contrastó con las respuestas más claras de Harris sobre la economía, la política social y los derechos reproductivos. Esto podría haberle costado puntos en un debate que estaba destinado a ser una oportunidad para cerrar la brecha con Harris en los estados clave.
El camino hacia noviembre: la importancia del voto joven, latino y afroamericano
Con dos meses de campaña por delante, Harris y los demócratas necesitan asegurar la movilización de jóvenes, latinos y afroamericanos para consolidar su ventaja. Aunque Harris logró un éxito estratégico importante en el debate, la campaña en terreno será decisiva para asegurar esos 93 votos electorales en juego. Los estados clave como Pensilvania, Michigan y Georgia decidirán el resultado, y la movilización local será fundamental.
En resumen, el debate ofreció a Harris la oportunidad de fortalecer su narrativa y exponer a Trump como un peligro para el futuro de Estados Unidos, pero la carrera sigue cerrada.