Durante las recientes protestas en Los Ángeles, la bandera mexicana se ha convertido en un emblema de resistencia y orgullo cultural para cientos de manifestantes. Aunque el gobierno de Donald Trump ha criticado su presencia, tachando a quienes la portan de “insurrectos” y cuestionando su ciudadanía, para muchos estadounidenses de origen mexicano representa un acto de identidad y solidaridad con las comunidades migrantes.
Elizabeth Torres, ciudadana estadounidense de 36 años, ondeaba su bandera frente a un centro de detención. “Estoy orgullosa de ser estadounidense, pero también tengo que apoyar a nuestros hermanos y hermanas mexicanos”, expresó.
Las autoridades federales, incluyendo al asesor de la Casa Blanca Stephen Miller, han descalificado a los manifestantes por portar banderas extranjeras, acusándolos de alentar disturbios y obstaculizar los operativos de inmigración. Sin embargo, la mayoría de quienes participan en estas movilizaciones son ciudadanos estadounidenses que utilizan sus raíces para manifestarse contra políticas migratorias que consideran inhumanas.
Las banderas mexicanas, salvadoreñas y guatemaltecas, entre otras, ondean como símbolo de resistencia en un país donde millones de personas viven entre dos culturas. Para muchos, izarlas no es un acto de traición, sino una reafirmación de identidad en tiempos de hostilidad.