Los trastornos mentales que nunca existieron: cuando la ciencia sirvió al poder

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De la histeria a la drapetomanía: la historia de los diagnósticos falsos que justificaron el racismo, la misoginia y la homofobia. #SaludMental #HistoriaDeLaCiencia #Psiquiatría #DerechosHumanos #TheConversation

A lo largo de la historia, la psiquiatría ha sido usada no sólo como herramienta médica, sino también como instrumento de control social. Numerosos “trastornos” fueron inventados para justificar abusos, legitimar prejuicios o reforzar sistemas de dominación. Muchos de ellos hoy figuran en la llamada lista negra de diagnósticos falsos.

La locura como control social

En el siglo XIX, el médico estadounidense Samuel Cartwright inventó dos supuestos trastornos racistas: la drapetomanía, que describía el “deseo de los esclavos de huir de sus amos”, y la disestesia etiópica, que aludía a su “pereza natural”. Ambos “síndromes” justificaban la esclavitud y proponían castigos físicos como “tratamiento”.

En Europa, otros diagnósticos como la dromomanía —“locura por viajar”— y la locura moral sirvieron para etiquetar conductas fuera de la norma. Mujeres que desafiaban el rol doméstico o personas con inquietudes intelectuales eran consideradas enfermas mentales.

Histeria: siglos de misoginia disfrazada de ciencia

La histeria, palabra derivada del griego hysteron (útero), se convirtió en el diagnóstico más usado para someter a las mujeres durante siglos. Se creía que el útero “errante” causaba irritabilidad o deseo sexual. Desde la Edad Media hasta el siglo XIX, las supuestas “curas” incluyeron mutilaciones genitales, exorcismos y torturas, e incluso la invención del vibrador eléctrico con fines “médicos”.

Aunque médicos como Charcot y Freud intentaron darle una base psicológica, el diagnóstico fue eliminado del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) en 1980 por su carácter misógino.

Religión, moral y política

En los años 70, grupos religiosos conservadores inventaron el llamado síndrome post-aborto, una etiqueta sin evidencia científica que buscaba deslegitimar el derecho de las mujeres a decidir.

Algo similar ocurrió con el síndrome de alienación parental, creado en 1985, que se ha usado en tribunales para desacreditar denuncias de abuso infantil o violencia de género.

Homosexualidad: de “enfermedad” a reconocimiento

Durante gran parte del siglo XX, la homosexualidad fue catalogada como enfermedad mental. El DSM-I (1952) la describía como una desviación del comportamiento sexual. Las consecuencias fueron terribles: terapias de conversión, electroshocks, internamientos y persecución.

No fue hasta 1973 cuando se eliminó del DSM, y en 1990 la OMS hizo lo mismo. Aun así, persisten intentos de patologizar la diversidad sexual.

Cuando la ciencia sirve al prejuicio

Otras etiquetas —como la neurastenia o la monomanía— reflejaron el clasismo y el racismo de su tiempo, al diagnosticar “debilidad mental” o “obsesión” a quienes no se ajustaban a las normas sociales.

Hoy, estos diagnósticos son recordados como advertencia: la ciencia, sin ética ni perspectiva humanista, puede convertirse en un arma de opresión.

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