Neurodivergencia, la clave para una inteligencia artificial más humana y justa

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En un mundo donde la inteligencia artificial (IA) toma decisiones sobre salud, empleo y educación, la inclusión de perspectivas diversas se vuelve urgente. Una voz que ha estado históricamente marginada, pero que podría ser crucial en la creación de una IA ética y verdaderamente innovadora, es la de las personas neurodivergentes: aquellas con autismo, TDAH, dislexia u otras formas de diversidad cognitiva.

Mientras que muchas herramientas tecnológicas se diseñan bajo parámetros neurotípicos, es decir, pensadas para una mente estándar, quienes piensan diferente pueden detectar errores, anticipar problemas y proponer soluciones creativas. Según un informe de Deloitte, los equipos con integrantes neurodivergentes son hasta un 30% más productivos en tareas de innovación. Empresas como SAP, Microsoft o CAI Neurodiverse Solutions ya lo han entendido e impulsan programas de inclusión con resultados tangibles.

Excluir también es sesgar

Los algoritmos suelen perpetuar los mismos prejuicios que existen en la sociedad. Por ejemplo, sistemas de moderación de contenido han sido incapaces de interpretar correctamente publicaciones realizadas por personas autistas, resultando en bloqueos injustos. En el ámbito laboral, los procesos automatizados de reclutamiento pueden descartar candidatos que no se ajustan a normas sociales estándar, aunque sean altamente competentes.

Más allá de lo técnico, este sesgo se traduce en pérdida de talento, innovación y humanidad. Para muchas personas neurodivergentes, herramientas como los asistentes de IA o los calendarios inteligentes no son lujos: son esenciales para su funcionamiento diario. Cuando estas plataformas no contemplan sus formas de pensar y comunicarse, se transforman en obstáculos, no en soluciones.

La creatividad como motor de cambio

En el mundo del marketing y la narrativa tecnológica, las voces neurodivergentes tienen un valor incalculable. Su capacidad de romper esquemas, detectar patrones y aportar matices les permite generar ideas que conectan emocionalmente con públicos diversos. Sin embargo, como revela la experiencia de creativos neurodivergentes, muchas herramientas de IA generan contenido superficial o estandarizado, incapaz de capturar la complejidad emocional de una campaña auténtica.

Contar historias desde lo vivido —como lo hacen muchas personas neurodivergentes— puede humanizar los relatos sobre IA y tecnología. Estas historias revelan no solo fallas técnicas, sino brechas profundas en la forma en que entendemos al otro.

De la inclusión simbólica a la participación activa

Integrar la neurodivergencia en el desarrollo de la IA no se trata de cumplir con cuotas, sino de reconfigurar el sistema. Algunas estrategias que se han propuesto incluyen:

  • Co-diseñar herramientas desde el inicio con usuarios neurodivergentes.
  • Crear auditorías éticas lideradas por personas con diversidad cognitiva.
  • Invertir en laboratorios de innovación neurodivergente.
  • Emparejar líderes tecnológicos con mentores neurodivergentes.
  • Explicar decisiones de IA en lenguaje claro y accesible.
  • Asegurar que los órganos de supervisión tecnológica sean verdaderamente diversos.

El futuro está en juego

En este momento histórico en el que se definen los estándares globales para la IA, dejar fuera a las mentes neurodivergentes sería una pérdida imperdonable. Su presencia no solo ayuda a evitar errores, sino a imaginar un futuro digital más empático, ético y humano.

La pregunta no es si debemos incluir a las personas neurodivergentes en la construcción de la IA. La verdadera pregunta es por qué no lo hemos hecho antes.

Foto de Maxim Berg en Unsplash

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