Nueva Zelanda iniciará eliminación total de gatos ferales para 2050 en medio de intenso debate ético

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🐾 ¿Protección de especies nativas o dilema ético global? 🌍

Nueva Zelanda dio un paso decisivo al anunciar que erradicará a todos los gatos ferales antes de 2050, una medida que reavivó el debate sobre cómo proteger a las especies nativas sin ignorar el bienestar animal. Con más de 2.5 millones de gatos salvajes distribuidos en bosques y zonas rurales, el país enfrenta un problema crítico: estos felinos, introducidos por humanos, se han convertido en uno de los principales depredadores de aves y reptiles únicos en el mundo.

Las autoridades explicaron que los gatos ferales —no los domésticos— representan una amenaza directa para especies en peligro, como el pukunui o Southern dotterel, cuya población ha disminuido drásticamente por la presión de caza. También existen reportes de colonias de murciélagos de cola corta prácticamente arrasadas en cuestión de días, evidenciando la fragilidad del ecosistema neozelandés frente a especies invasoras.

La inclusión de los gatos ferales en el plan nacional Predator Free 2050 marca un cambio histórico. El programa, que ya contemplaba eliminar ratas, hurones y zarigüeyas, ahora destinará recursos y operaciones coordinadas para mitigar el impacto de los felinos salvajes. La decisión se tomó tras una consulta pública donde el 90% de participantes pidió una gestión más estricta de la especie, aunque no necesariamente métodos letales.

Las autoridades aclararon que esta política no afectará a los gatos domésticos, pero sí impulsará nuevas reglas como microchip obligatorio y esterilización para evitar que más animales sean abandonados o se vuelvan ferales. Pese a ello, organizaciones animalistas y especialistas en conservación advierten que el país enfrenta un dilema ético profundo: intervenir contra una especie introducida para salvar a otra que no tiene cómo defenderse.

El caso neozelandés se ha convertido en un ejemplo internacional sobre los retos de manejar especies invasoras en ecosistemas aislados. Mientras algunos celebran la medida como un acto necesario para evitar extinciones irreversibles, otros cuestionan si es posible equilibrar la conservación con el respeto a la vida animal sin generar nuevos problemas.

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