Por: Raúl Gatica.
La pantalla del teléfono celular, de pronto fue inhundada por rostros pintados de payaso que avanza por mercados, tianguis o calles populares, convirtiéndose en un dispositivo de denuncia. El trend viral de TikTok “Ojitos mentirosos” mezcla música nostálgica, cine nacional y estética urbana para exponer lo que comulgamos como realidad social en un poema visual.
La canción “Ojitos mentirosos”, compuesta en Perú por Coré Cuestas Chacón y revitalizada en México por el grupo Tropicalísimo Apache en los 90s, vuelve a sonar con fuerza gracias a TikTok. Este resurgimiento digital no solo la puso en el top de Spotify México, sino que sitúa su letra —de traición amorosa y desencanto— como banda sonora de una protesta silenciosa, “de un hueso roto en un alma partida” como bien lo expresa el Maestro Manuel Zamudio.
El maquillaje de payaso, lejos de frivolidad, remite a la película Chicuarotes (2019), de Gael García Bernal en la que dos jóvenes se ven forzados a acosar a pasajeros por sobrevivencia. El trend imita esa estética: jóvenes con rostros pintados recorriendo entornos marginales, como si cada gesto fuera un performance político.
La elección de escenarios cotidianos —mercados, transporte público, vecindarios humildes— se interpreta como un acto de reivindicación urbana: “mostrar el barrio es un acto político”.
Este fenómeno digital no está exento de tensiones. Por un lado, se celebra como una forma innovadora de dignificar identidades populares, invalidando discursos violentos de gentrificación y desplazamiento.
¿Se está romantizando la pobreza? ¿La viralización digital trivializa la realidad que se dice visibilizar? ¿Se transforma la marginación en estereotipo estético, desprovisto de propuestas materiales? Un trend que debe llamarnos mucho la atención más allá de la diversión de subirse en una nueva etapa viral.
La cruda nostalgia de “Ojitos mentirosos” se cuela en la realidad 2025, donde generaciones jóvenes cargan frustraciones, carencias y una sensación de estancamiento.
El maquillar el rostro con pintura de payaso es una metáfora visual: el maquillaje sonriente es una máscara que oculta el dolor del entorno. No es solo estética, es una herida que se muestra. Es un sentimiento muy mexicano.
Lo que hace el trend es dar rostro —literal y figuradamente— a comunidades y expresiones que normalmente son reducidas a cifras o clichés, ante el riesgo de que todo quede en símbolo viral, sin traducirse en acción social.
“Ojitos mentirosos” trasciende la pantalla: es música, cine, memoria urbana y resistencia simbólica. Tiene la fuerza de una protesta silenciosa, empaquetada en segundos de video con música popular y maquillaje de payaso. Pero esa fuerza no es suficiente si no se acompaña de reflexión crítica y transformación desde lo comunitario.
¿Cómo convertimos esa viralidad en acciones reales? ¿Cómo escapamos del encanto del símbolo sin sentido para construir cambios visibles y duraderos? ¿Cómo? si esto es México.
Foto de Zachary Kadolph en Unsplash