Vladimir Putin ha dejado claro que no necesita la aprobación de Donald Trump para continuar con su ofensiva en Ucrania. Tras una llamada entre ambos mandatarios, el líder ruso reafirmó su postura sobre el conflicto, argumentando que la raíz del problema es la expansión de la OTAN, una narrativa que ha mantenido desde el inicio de la guerra.
Mientras tanto, en Estados Unidos, el presidente Trump parece estar tomando distancia del conflicto. Tras mostrarse como un posible mediador entre Putin y Zelensky, cambió de tono y sugirió que Ucrania y Rusia hablen “como solo ellos pueden”, incluso delegando la sede de un posible diálogo al Vaticano.
Este giro refuerza la estrategia rusa: desgastar el apoyo occidental a Ucrania sin necesidad de ceder. La aparente indiferencia de Trump puede acelerar ese proceso, justo como Moscú lo desea. El vicepresidente J.D. Vance reforzó esa idea con una frase que resuena en Europa: “No es nuestra guerra”.
El escenario es desalentador para Ucrania. Europa se enfrenta a opciones limitadas y una OTAN que podría fracturarse si EE. UU. se retira del liderazgo. La estrategia de Putin es simple: resistir y esperar. La de Trump, enfocada en los costos y sin visión a largo plazo, podría estar abriendo la puerta a una nueva etapa de dominio ruso en la región.
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