Todos hemos sentido ese intenso deseo de rascarnos un sarpullido, aunque nos han repetido hasta el cansancio que “es peor”. Pero, ¿qué hay detrás de esta advertencia? Un estudio de la Universidad de Pittsburgh arroja nueva luz sobre esta paradoja: aunque el rascado activa una respuesta inmunitaria, también puede provocar inflamación excesiva y dañar la piel.
¿Por qué rascarse puede ser perjudicial?
Aumenta la inflamación: Al rascarse, se libera una sustancia que recluta más células inmunitarias, intensificando la respuesta inflamatoria.
Mayor riesgo de cicatrices: El daño a la piel puede dejar marcas permanentes.
Facilita infecciones: Si la piel se rompe, bacterias peligrosas pueden invadir la herida.
¿Por qué el rascado puede ser útil en algunos casos?
Defensa contra bacterias: Se descubrió que rascarse puede ayudar a eliminar patógenos, como el Staphylococcus aureus.
Inflamación controlada: En algunos casos, la respuesta inmunitaria activada por el rascado puede ser beneficiosa para combatir amenazas externas.
Si bien rascarse puede brindar alivio momentáneo, el exceso puede empeorar la inflamación y aumentar el riesgo de infecciones. La clave está en el equilibrio: evítalo siempre que puedas, pero en algunos casos podría no ser tan malo como creíamos.
