Por: Manuel Zamudio Castañeda.
Tijuana, Baja California, 3 de mayo de 2025
Tenemos los periodistas una pasión distinta por la vida. En cada paso redescubrimos el mundo y lo hacemos con la mirada aguda, el corazón abierto y el alma encendida por una necesidad irrenunciable de contar lo que otros callan. Nuestras palabras no solo informan: son verdad, son poesía, son ese delicado hilo que enlaza sílaba por sílaba a las personas, sus familias y pueblos enteros.
Somos, sin arrogancia pero con conciencia plena, el más elevado espíritu que condensa los valores supremos de la ética y los derechos humanos. Somos el contrapeso del Poder absoluto, ese que, cuando no se le enfrenta, lo arrasa todo.
En cada cobertura, entre nuestros colegas, hay risas, mucha risa, respeto sincero y una competencia que no divide, sino que pone a prueba y renueva el espíritu del oficio. Hoy coexisten los veteranos de la vieja guardia con quienes nacieron con el celular en la mano; generaciones distintas, pero un mismo compromiso: buscar la verdad y defender la libertad de expresión.
Quedó en el museo aquella fiel máquina de escribir mecánica, junto a la hoja de papel bond y el papel carbón, ese que no perdonaba errores. Pero no quedó en el pasado nuestra esencia. Hoy, cada viaje, cada encuentro, cada cobertura compartida, es un acto de renovación. Se renuevan votos con el oficio y se afianzan amistades que trascienden micrófonos, redacciones y pantallas.
Gracias, colegas, por la fraternidad, por la complicidad honesta, por la risa y por el silencio compartido cuando la noticia golpea el alma.
Gracias especialmente a TressinEstrés y a Aguileta-Castillo-Zamudio, porque en la historia del periodismo también caben los afectos.
Seguimos. Siempre seguimos.
Por la verdad, por la palabra, por la hermandad.