Estados Unidos ha intensificado su presión sobre Panamá para obtener mayores beneficios en el uso del Canal de Panamá, incluso planteando que sus buques de guerra puedan cruzar gratis y con prioridad. Aunque aún no hay un acuerdo cerrado, el tema vuelve a encender tensiones geopolíticas.
Desde el regreso de Donald Trump a la presidencia en enero, el canal —una vía clave de comercio internacional— se ha vuelto un punto de interés estratégico. Trump ha insinuado incluso una posible intervención militar para “recuperar” el canal, que EE. UU. entregó a Panamá en 1999, aunque el tratado vigente establece su neutralidad y acceso igualitario para todos los países.
En medio de este escenario, el secretario de Defensa de EE. UU., Pete Hegseth, se reunió con el presidente panameño José Raúl Mulino. Aunque el comunicado conjunto emitido el 9 de abril tuvo un tono diplomático, existen discrepancias evidentes. Una de ellas es que la versión en español reconoce la “soberanía inalienable” de Panamá sobre el canal, frase que no aparece en la versión en inglés del Pentágono, lo que algunos expertos consideran una omisión intencional para generar incertidumbre.
Panamá ha tomado medidas que buscan aliviar la presión estadounidense, como salir de la iniciativa china de la Franja y la Ruta, y exigir a empresas chinas que se retiren del país. Sin embargo, Mulino ha dejado claro que no permitirá el regreso de bases militares estadounidenses en su territorio, aunque sí aceptó realizar ejercicios militares conjuntos.
Expertos como Natasha Lindstaedt y Jorge Heine consideran que, aunque la retórica de Trump es fuerte, una intervención militar aún parece poco probable. Sin embargo, el mensaje es claro: EE. UU. quiere reforzar su presencia en un punto clave para el comercio mundial y contener la influencia de China en la región.