La aparición de dos ballenas Sei sin vida en menos de siete días en las costas del Río de la Plata, en Vicente López y Costanera Norte, ha despertado la preocupación de ambientalistas y científicos. Estos cetáceos oceánicos, que habitan aguas frías, saladas y profundas, son una especie en peligro de extinción, por lo que su presencia —y muerte— en un entorno como este resulta tan inusual como alarmante.
Expertos plantean diversas hipótesis para explicar estos varamientos: desorientación por contaminación acústica, enfermedades, o incluso la desesperada búsqueda de alimento ante el colapso de sus hábitats naturales. Lo cierto es que el Río de la Plata, con su escasa salinidad, poca profundidad y alta contaminación, representa un entorno letal para estos gigantes marinos. Las ballenas sufren daños en la piel, infecciones, desorientación y dificultad para respirar en este tipo de aguas.
Organizaciones como la Fundación Cethus y el Instituto de Conservación de Ballenas señalan que estos casos no son totalmente inéditos, pero su frecuencia creciente es una alerta del impacto humano sobre el equilibrio marino. Las ballenas Sei han comenzado a regresar a aguas argentinas tras casi un siglo de ausencia, con más de 2,000 avistamientos recientes en la Patagonia. Sin embargo, siguen clasificadas como especie en peligro por la UICN.
Este doble hallazgo es una advertencia contundente: la vida marina está en riesgo. Argentina, como país con vastos litorales y biodiversidad oceánica, tiene una responsabilidad urgente en la protección de estos ecosistemas. La muerte de estas ballenas no es un hecho aislado, sino un síntoma de un planeta que clama por acciones de conservación más firmes.
Foto: Ecosfera