Con 35 años cumplidos, equivalentes a más de 115 años humanos, Xin Xin, la emblemática panda gigante nacida en México, atraviesa la etapa final de su vida en el Zoológico de Chapultepec. Su longevidad ha roto récords a nivel mundial y ha despertado el interés de científicos chinos, quienes han viajado expresamente para estudiar su sorprendente caso.
Hija de Tohuí y Chia Chia —regalos diplomáticos de China en los años 70— Xin Xin es la última panda que no pertenece oficialmente al gobierno chino. Desde 1984, China declaró que todos los pandas, sin excepción, son propiedad del país asiático, por lo que el caso de Xin Xin es único y ya no podrá repetirse.
Su partida marca el fin de una era en la historia de la conservación animal en México. Para que el país vuelva a tener un ejemplar de esta especie, tendría que firmar un costoso convenio de renta con China que supera el millón de dólares anuales y cumplir con estrictas condiciones de cuidado. Sin embargo, autoridades capitalinas como Clara Brugada ya adelantaron que no se busca mantener especies fuera de su hábitat natural solo para exhibición pública.
A lo largo de su vida, Xin Xin ha recibido cuidados intensivos y monitoreo permanente. Su dieta y estado físico han sido vigilados por especialistas con dedicación excepcional. Este esfuerzo no solo ha permitido su longevidad, también ha ofrecido un invaluable caso de estudio en genética, nutrición y bienestar animal.
Mientras su legado se despide con ternura y admiración, surge una reflexión profunda sobre el tipo de relación que México y el mundo desean mantener con la fauna en peligro de extinción. Xin Xin ha sido mucho más que una atracción: ha sido símbolo de amistad internacional, compromiso científico y amor por la vida.