Cada 2 de febrero en México se celebra el Día de la Candelaria, una tradición que mezcla elementos europeos y mesoamericanos. En la tradición católica, este día conmemora la presentación del Niño Jesús en el templo y marca el fin del periodo de purificación de la Virgen María. Sin embargo, la costumbre de comer tamales en esta fecha tiene raíces mucho más antiguas, vinculadas con la cosmovisión mexica.
Atlacahualo: la veintena de Tláloc
Los mexicas seguían el xiuhpohualli, su calendario agrícola de 18 veintenas (periodos de 20 días), más 5 días adicionales considerados aciagos. Entre el 12 de febrero y el 3 de marzo tenía lugar Atlacahualo (“cesan las aguas”), una festividad dedicada a Tláloc, dios de la lluvia, y los tlaloques, sus ayudantes. Durante esta celebración, los antiguos nahuas realizaban sacrificios en cerros y montañas sagradas para pedir lluvias favorables para la próxima temporada agrícola.
Entre las ofrendas destacaban variedades de tamales, incluyendo los atamalli o “tamales de agua” (sin relleno), que conmemoraban el nacimiento de Centéotl, dios del maíz. También se realizaba el Atamalcualiztli, una festividad que ocurría cada 8 años y que consistía en el consumo ritual de estos tamales.
De los mexicas a la Candelaria
Tras la conquista de Tenochtitlan, los pueblos originarios siguieron comiendo tamales en febrero, adaptando su festividad a la celebración cristiana de la Candelaria, que cayó el 2 de febrero. Así, la tradición prehispánica se fusionó con la costumbre europea de vestir al Niño Jesús y compartir alimentos en comunidad.
🔎 Dato curioso: En Tenochtitlan se preparaban tamales con ingredientes como miel, amaranto, charales, ajolotes, guajolote, calabacitas y ejotes.
Hoy en día, la relación entre Tláloc, el maíz y los tamales sigue viva en nuestra tradición culinaria. Así que la próxima vez que disfrutes un tamal en la Candelaria, recuerda que estás participando en una costumbre con más de 500 años de historia.