Durante décadas, las tradicionales calandrias jaladas por caballos formaron parte del paisaje turístico de Acapulco. Sin embargo, las quejas por maltrato animal y las pésimas condiciones en las que vivían estos animales obligaron a retirarlas. En su lugar, hoy circulan cuatrimotos a gasolina, que si bien eliminaron el maltrato animal, abrieron un nuevo problema: la contaminación ambiental.
Ahora, una nueva tecnología que ya se prueba en otras partes del mundo podría ofrecer una alternativa limpia y atractiva para revivir el encanto de las calandrias, sin dañar a los animales ni al medio ambiente: los vehículos impulsados por hidrógeno.
En el caso de las bicicletas de hidrógeno —una de las versiones más ligeras de esta tecnología—, el motor se alimenta mediante una cápsula de hidrógeno que se recarga en solo dos minutos y puede ofrecer hasta 100 kilómetros de autonomía, sin emitir gases contaminantes. Esta opción es mucho más limpia que las bicicletas eléctricas, cuyas baterías pueden tardar hasta cinco horas en cargarse y cuyo desecho representa un riesgo ambiental.
Aplicada al turismo, esta tecnología podría adaptarse fácilmente a vehículos tipo calandria, ofreciendo a los visitantes una experiencia cómoda, silenciosa y libre de emisiones. Además de ser una atracción innovadora, proyectaría una imagen moderna y ecológicamente responsable del puerto.
En ciudades como Shanghái o Zúrich ya se utilizan vehículos ligeros impulsados por hidrógeno para servicios de transporte urbano y turístico. En Acapulco, podría marcar un nuevo inicio para uno de los íconos del turismo local, sin maltrato animal y sin ruidos ni humo.
Los modelos de hidrógeno aún son costosos, pero con voluntad política y visión ecológica, podrían convertirse en la próxima gran apuesta de Acapulco para ofrecer un turismo moderno, sustentable y con identidad.